La voz del mundo natural: Bernie Krause

Bernie Krause ha estado grabando sonidos salvajes —el viento en los árboles, el canto de los pájaros, los sonidos sutiles de larvas de insectos— por 45 años. En ese tiempo, ha visto muchos ambientes alterados radicalmente por los humanos, a veces incluso por las prácticas que se cree que son ambientalmente seguras. Una mirada sorprendente sobre lo que podemos aprender a través de las sinfonías de la naturaleza, desde los gruñidos de una anémona de mar a los tristes lamentos de un castor de luto.

(Sonidos naturales)

Cuando comencé a grabar sonidos de la naturaleza hace 45 años, no tenía idea de que las hormigas, las larvas de insectos, las anémonas de mar y los virus creaban sonidos característicos. Pero lo hacen. Y lo mismo ocurre con todos los hábitats silvestres en el planeta, como la selva amazónica que están escuchando al fondo. De hecho, los bosques húmedos templados y tropicales producen una orquesta animal vibrante, una expresión instantánea y organizada de insectos, reptiles, anfibios, aves y mamíferos. Cada paisaje sonoro que brota de un hábitat silvestre produce su característica única, que contiene una increíble cantidad de información, y es parte de esa información lo que quiero compartirles hoy.

BernieKrauseEl paisaje sonoro se compone de tres fuentes básicas. La primera es la geofonía, o los sonidos no biológicos que se producen en cualquier hábitat dado, como el viento en los árboles, el agua en una corriente, las olas en la orilla del mar, el movimiento de la Tierra. La segunda es la biofonía. La biofonía es todo el sonido que es producido por los organismos en un hábitat determinado en un tiempo y en un lugar. Y la tercera, es todos los sonidos que generamos los humanos que se llama antrofonía. Algunos son controlados, como la música o el teatro, pero la mayor parte es caótica e incoherente, a lo que algunos llamamos ruido.

Hubo un tiempo en que yo consideraba los paisajes sonoros silvestres como algo sin valor. Estaban ahí, pero no tenían significado. Bueno, estaba equivocado. Lo que aprendí de estos encuentros es que escuchar atentamente nos da herramientas muy valiosas para evaluar la salud de un hábitat a través de todo el espectro de la vida.

Cuando comencé a grabar a finales de los 60, los métodos típicos de grabación estaban limitados a la captura fragmentada de especies individuales en su mayoría pájaros, al principio, pero más tarde animales como mamíferos y anfibios. Para mí, esto fue un poco como tratar de entender la magnificencia de la Quinta Sinfonía de Beethoven abstrayendo el sonido de un solo violinista fuera del contexto de la orquesta y escuchar solo esa parte. Afortunadamente, cada vez son más las instituciones que están implementando los modelos más holísticos que yo y algunos de mis colegas hemos introducido en el campo de la ecología de los sonidos.

Cuando comencé a grabar hace más de 4 décadas, podía hacerlo durante 10 horas y capturar una hora de material utilizable, lo suficientemente bueno para un álbum o una banda sonora de una película o una instalación en un museo. Ahora, a causa del calentamiento global, la extracción de recursos, y el ruido humano, entre muchos otros factores, puede llevar hasta 1000 horas o más capturar lo mismo. El 50 % total de mi archivo proviene de hábitats alterados de manera tan radical que son, o bien totalmente silenciosos, o ya no pueden ser escuchados en su forma original.

Los métodos habituales para evaluar un hábitat se han hecho contando visualmente el número de especies y el número de individuos dentro de cada especie en un área dada. Sin embargo, comparando los datos que unen la densidad y la diversidad de lo que oímos, soy capaz de llegar a resultados mucho más precisos. Quiero mostrarles algunos ejemplos que tipifican las posibilidades que se revelan buceando en este universo.

Esto es Lincoln Meadow. Lincoln Meadow está a 3 horas y media en auto al este de San Francisco en las montañas de Sierra Nevada, cerca de 2000 metros de altitud; he estado grabando allí por muchos años. En 1988, una compañía maderera convenció a los residentes locales de que no habría en lo absoluto ningún impacto ambiental con un nuevo método que estaban ensayando llamado “tala selectiva”, quitando un árbol aquí y allá en lugar de talar por completo toda un área. Con el permiso concedido para registrar antes y después de la operación, configuré mi equipo y capturé un gran número de coros al amanecer con un protocolo muy estricto y grabaciones calibradas, porque quería un muy buen punto de referencia. Este es un ejemplo de un espectrograma. Un espectrograma es una ilustración gráfica del sonido con el tiempo, de izquierda a derecha en la hoja —están representados 15 segundos en este caso— y la frecuencia, de la parte inferior a la superior, de menor a mayor. Se puede ver que la señal de un arroyo está representada aquí en el tercio bajo o medio de la página, mientras que las aves que estuvieron alguna vez en ese prado están representadas con sus señales de la parte superior. Había muchas de ellas. Este es Lincoln Meadow antes de la tala selectiva.

(Sonidos naturales)

Bueno, un año después regresé, y usando los mismos protocolos y grabando bajo las mismas condiciones, grabé un número de ejemplos de los mismos coros del amanecer, y ahora esto es lo que tenemos. Esto es después de la tala selectiva. Pueden ver que la corriente sigue estando representada en el tercio inferior de la página, pero fíjense lo que falta en los dos tercios superiores.

(Sonidos naturales)

Viene el sonido de un pájaro carpintero.

Bueno, he vuelto a Lincoln Meadow 15 veces en los últimos 25 años, y les puedo decir que la biofonía, la densidad y la diversidad de dicha biofonía, aún no ha vuelto a ser lo que era antes de la operación. Pero aquí está una foto de Lincoln Meadow tomada después, y pueden ver que desde la perspectiva de la cámara o del ojo humano, casi ningúna rama o árbol parecen desplazados, lo que confirmaría la tesis de la empresa maderera de que no hay ningún impacto ambiental. Sin embrago, nuestros oídos nos cuentan una historia muy diferente.

Los estudiantes jóvenes siempre me preguntan qué están diciendo estos animales, y realmente no tengo idea. Pero les puedo decir que se están expresando. Si lo entendemos o no, es otra historia. Estaba caminando por la costa en Alaska, y me encontré con esta charca de la marea llena de una colonia de anémonas de mar, estas maravillosas máquinas de comer, parientas de los corales y las medusas. Y, curioso por ver si alguna de ellas emitía algún sonido, tiré un hidrófono, un micrófono subacuático recubierto de caucho, abajo de la parte de la boca, y de inmediato comenzó la criatura a absorber el micrófono hacia su vientre, y los tentáculos buscaban fuera de la superficie algo de valor nutricional. Escucharán ahora los sonidos como de estática, que son muy bajos. (Sonidos estáticos) Sí, pero miren. Al no encontrar nada para comer… (Graznido) (Risas) Creo que esa es una expresión que puede ser entendida en cualquier idioma. (Risas)

Al final de su ciclo de reproducción, el sapo de espuelas de la Gran Cuenca se entierra casi un metro bajo el duro suelo del desierto del oeste estadounidense, donde puede permanecer por varias temporadas hasta que las condiciones sean las adecuadas para surgir otra vez. Y cuando hay suficiente humedad en el suelo en la primavera, las ranas salen a la superficie y se reúnen en torno a estas grandes charcas vernales, en gran número. Y vocalizan en coro absolutamente sincronizadas unas con otras. Hacen esto por dos razones. La primera es competitiva, porque están buscando pareja, y la segunda es cooperativa, porque si vocalizan todas sincronizadamente, hacen muy difícil a los predadores, como los coyotes, zorros y búhos, singularizar un individuo para comérselo. Así es como se ve un espectrograma de un coro de ranas cuando se encuentra en un patrón muy saludable.

(Ranas croando)

Mono Lake está justo al este del Parque Nacional de Yosemite en California, es el hábitat preferido de estos sapos, y también es el lugar favorito de los pilotos de jet de la marina de EE.UU. que entrenan en sus cazas volando a velocidades que superan los 1100 kilómetros por hora y a altitudes de solo un par de cientos de metros sobre el nivel del suelo de la cuenca del Mono, muy rápido, muy bajo, y tan fuerte, que el antrofonía, el ruido humano, aunque está a 6 kilómetros y medio del estanque de las ranas que acabamos de escuchar hace un segundo, enmascara el sonido del coro de sapos. Se puede ver en este espectrograma que toda la energía que estaba en el primero, se ha ido de la parte superior, y que hay interrupciones en el coro a los 2 y medio, 4 y medio, y 6 y medio segundos, y después el sonido del jet, la señal, está en color amarillo en la parte inferior.

(Ranas croando)

Al final de ese sobrevuelo, les tomó a las ranas 45 minutos completos recuperar su coro sincronizado, tiempo durante el cual, bajo la luna llena, vimos cómo dos coyotes y un gran búho de cuernos llegaron a tomarse algunas de ellas. La buena noticia es que, con un poco de restauración del hábitat y menos vuelos, las poblaciones de ranas, antes disminuidas durante los años 1980 y principios de los 90, han vuelto casi a la normalidad.

Quiero terminar con una historia contada por un castor. Es algo muy triste, pero realmente ilustra cómo los animales pueden algunas veces mostrar emoción, un tema muy polémico entre algunos biólogos mayores. Un colega mío estaba grabando en el medio oeste estadounidense cerca al estanque que se formó tal vez hace 16 000 años al final de la última era de hielo. En parte también por un dique hecho por castores en un extremo, que mantuvo todo ese ecosistema junto en un muy delicado balance. Una tarde, mientras estaba grabando, apareció de repente de la nada un par de guardas de caza, quienes sin ninguna razón aparente, se acercaron a la presa del castor, arrojaron un cartucho de dinamita en ella, volándolo todo, matando a la hembra y a sus pequeños bebés. Horrorizado, mi colega permaneció atrás para ordenar sus pensamientos y para grabar lo que pudo el resto de la tarde, y esa noche, capturó un acontecimiento notable: el solitario castor macho sobreviviente nadaba en círculos lentos llorando desconsoladamente por su pareja e hijos perdidos. Este es probablemente el sonido más triste que yo haya escuchado alguna vez de cualquier organismo, humano o no.

(Castor llorando)

Sí. Bueno.

Hay muchas facetas de los paisajes sonoros, entre ellas las maneras en que los animales nos enseñaron a bailar y cantar, que voy a guardar para otro momento. Han escuchado cómo las biofonías ayudan a clarificar nuestro entendimiento del mundo natural. Han escuchado sobre el impacto de la extracción de recursos, el ruido humano y la destrucción del hábitat. Y como las ciencias ambientales han tratado normalmente de entender el mundo desde lo que vemos, puede obtenerse un entendimiento mucho más completo desde lo que escuchamos. Las biofonías y las geofonías son las voces características del mundo natural, y conforme las escuchamos, nos vamos apropiando de un sentido del lugar, la verdadera historia del mundo en que vivimos. En cuestión de segundos, un paisaje sonoro revela mucha más información desde muchas perspectivas, desde datos cuantificables hasta inspiración cultural. La captura visual implícitamente enmarca una perspectiva frontal limitada a un contexto espacial determinado, mientras que los paisajes sonoros amplían ese alcance a 360 ​​grados, envolviéndonos completamente. Y así como una imagen puede valer más que mil palabras, un paisaje sonoro vale más que mil imágenes. Nuestros oídos nos cuentan que el susurro de cada hoja y cada criatura habla a las fuentes naturales de la vida, que de hecho puede mantener los secretos del amor a todas las cosas, especialmente hacia nuestra propia humanidad, y la última palabra va para un jaguar del Amazonas.

(Gruñidos)

Gracias por escuchar.

(Aplausos)

Tomado de Ted Ideas que vale la pena difundir.

Traducido por Mariana Vergnano
Revisado por Ciro Gómez