El Canal de Nicaragua, una historia incompleta
Julio C. Palencia
Los imperios muy raras veces tienen arrebatos de ética. Y no tienen amigos. Tienen, sí, intereses, y es la guía de sus pasos.
Ha estado en los diarios desde hace varios días la noticia de la concesión de ruta abierta que el gobierno de Nicaragua otorgó para la construcción del largamente imaginado Canal de Nicaragua. El canal interoceánico será construido por el multimillonario chino Wang Jing, presidente y propietario de HKND Group, con sede en Hong Kong, y tendrá un costo aproximado de 40,000 millones de dólares y un periodo de 10 a 11 años para entrar en funcionamiento.
La historia de la idea de un canal en Nicaragua es más antigua que el desbaratamiento de la República Federal de Centro América. Sin embargo, es en 1849 que esa idea colocó en bandos opuestos, con deseos coincidentes pero intereses divergentes, a Gran Bretaña y Estados Unidos.
Gran Bretaña, desde los tiempos mismos de la colonia, rondó la Costa Atlántica de todo el itsmo. Se dieron expulsiones violentas y repetidas de ocupaciones inglesas igualmente recurrentes en territorios considerados como parte del Imperio Hispánico.
En la segunda y tercera décadas del siglo XIX, las excolonias de la Monarquía Católica en Centro América envueltas en una feroz guerra civil resultaban poco atractivas para Estados Unidos. Pero esa perspectiva cambió conjuntamente con dos acontecimientos: el primero, los territorios arrancados a México (Texas por anexión, California, Oregón y Nuevo México por lo que los estadounidenses llamaron entonces “conquista”, así como otros territorios de venta forzosa por parte del gobierno mexicano) y, segundo, la fiebre sin límite del oro. El aseguramiento del gran territorio colindante con el océano Pacifico había creado la necesidad urgente de comunicar el este con el oeste, el Pacífico con el Atlántico. La construcción de una línea ferroviaria a través del desolado desierto que separaba ambas orillas se consideraba algo casi imposible, por lo que una ruta oceánica se veía como la mejor opción. Una opción provisional alterna fue la ruta interoceánica creada por el ferrocarril de Panama Railway en 1855.
En el verano de 1849, Gran Bretaña y Estados Unidos acordaron mediante el Tratado Clayton-Bulwer que cualquier tipo de tránsito en el istmo centroamericano sería una empresa neutral vigilada de manera conjunta. Ingleses y estadounidenses se garantizaron el acceso mutuo por esta vía y el compromiso de no fortificar el territorio a lo largo de la ruta del canal y los puertos terminales. El tratado también prohibió a las dos potencias cualquier intento de colonización en Centro América. Aunque Washington tenía la esperanza de eliminar la influencia inglesa existente, Londres señaló que el tratado se refería a futuras colonizaciones, no a las ya existentes, tales como el protectorado de la región Mosquitia. Este territorio, ubicado en la Costa Atlántica de Nicaragua y aún parte de Honduras, tenía control directo sobre la desembocadura del Río San Juan, llamado entonces GreyTown y el cual sería el puerto de entrada al canal del lado del Atlántico.
El tratado fue firmado por John Clayton, Secretario de Estado estadounidense, y Sir Henry Bulwer, representante británico. La interpretación variada del tratado fue una disputa agria en los años siguientes, a tal punto que llevó a ambas potencias a estar a un paso de la guerra. En 1853, sólo tres años después de su ratificación, James Buchanan llamaría al tratado “un enigma –un laberinto cretense”.
Mucho se ha escrito sobre el Tratado Clayton-Bulwer. Su objetivo principal fue construir un canal entre los dos océanos, preferentemente en Nicaragua. Sin embargo, el tratado aparentemente falló en la clarificación esencial de la cuestión de las posesiones inglesas en Centro América. Tampoco dejaba claro el porqué los británicos, quienes habían expandido exitosamente su influencia en la región, renegarían y darían marcha atrás en ese éxito obtenido. Gran Bretaña dominaba o tenía control en al menos un tercio del territorio de Centro América. La única tendencia posible para entonces era que su influencia se haría aún más profunda y su control más extenso.
El Tratado Clayton-Bulwer fue impopular entre los estados esclavistas del sur de Estados Unidos ya que era considerado contrario a la política del Destino Manifiesto y un impedimento a su empuje expansionista en busca de nuevos territorios.
Para 1849, los agentes británicos y estadounidenses habían entrado ya en gran competencia para controlar la mejor ruta para la construcción del canal. Ephraim George Squier, agente estadounidense, había firmado un tratado con Nicaragua y le había proporcionado a la Compañía De Transito de Accesorios, del Comodoro Cornelius Vanderbilt, un monopolio en el manejo de la ruta interoceánica que iniciaba en la desembocadura del Río San Juan en el Atlántico hasta llegar al Lago de Nicaragua y luego por tierra, alrededor de 20 kilómetros, hasta llegar a San Juan del Sur, en Rivas. Para 1852 se reportan ya 24 mil pasajeros a través de esta ruta.
Nicaragua para entonces era el centro de una sangrienta confrontación que no se limitaba a sus fronteras (Más exacto es decir que América Latina se encontraba casi en su totalidad en la misma situación). La guerra nicaragüense de esos años fue el conflicto continuado de dos visiones distintas sobre quién tenía la legitimidad de ejercer el poder que había quedando vacante a la caída de la Monarquía Católica y la ausencia del Imperio de Iturbide. Dos visiones de país se disputaban entre las elites criollas centroamericanas.
Para octubre de 1856 se firma el Tratado Dallas-Clarendon, negociación adicional realizada sobre la base del Tratado Clayton-Bulwer. El tratado declara a Greytown puerto libre bajo la soberanía nominal de Nicaragua, el establecimiento de una reserva para los Mosquitos, la devolución de las Islas de la Bahía (Roatán, Utila, Guanaja y otros islotes) a Honduras, y la formal exclusión de Belice del alcance del Tratado Clayton-Bulwer.
Gran Bretaña, bajo las condiciones acordadas con Estados Unidos en el tratado Clayton-Buwler, busca separadamente negociar con Guatemala, Honduras y Nicaragua. En 1859, Mr. C.L. Wyke firma acuerdos con Guatemala y Honduras, y a principios de 1860 lo hace con Nicaragua.
A partir de 1861 y hasta 1865, Estados Unidos entra en su propio remolino, su propia guerra civil. No será sino hasta 1868 que Estados Unidos dará señales de interés nuevamente en Centro América. Sin embargo, en esta ocasión es para firmar un tratado con Colombia para construir un canal en Panamá, mismo que no sería ratificado por ninguno de los dos gobiernos. En 1870 nuevamente se alcanza un tratado más con el mismo objetivo sin llegar a nada concreto.
A finales de 1869 se abre a la navegación el Canal de Suez en Egipto, comunicando de esta manera Europa con Asia evitando el viaje alrededor de África.
Para la primavera de 1880, Estados Unidos tenía ya una nueva política relacionada con las comunicaciones interoceánicas: tendrían el control completo de cualquier canal que funcionara en el istmo.
El 22 de Mayo de 1880 el congreso solicita al presidente Rutherford B. Hayes notificar a Gran Bretaña de su intención de derogar el Tratado Clayton-Bulwer.
Como puede verse, de la posición de 1860 a la de 1880 hay un proceso de transición radical de la política de Estados Unidos en relación a cualquier ruta interoceánica. Ahora busca administrar y mantener la seguridad de ese canal de forma exclusiva.
Dos elementos serán importantes para este cambio de posición: finalizar su propia guerra interna y salir fortalecidos, y el apoyo otorgado por las potencias europeas (Gran Bretaña y Francia) a los Estados Confederados del Sur durante su guerra civil.
¿Qué estaba en realidad sucediendo?
Es de gran interés preguntarnos qué está realmente pasando en estos años. ¿Por qué Gran Bretaña y Estados Unidos negocian entre sí el destino de las naciones centroamericanas? La ausencia de la Monarquía Hispánica dejó un gran vacío de poder en sus colonias, y el fracaso posterior del Imperio Mexicano de Iturbide no hizo sino ahondar ese vacío en Centro América. El poder vacante generó la interrogante de quién tenía el derecho de ejercer tal poder entre las elites criollas y la respuesta a esa interrogante fue la guerra civil que dio al traste con la Federación Centroamericana, fundada dentro de los mismos límites territoriales de la Capitanía General de Guatemala. Para la década de 1850, la guerra civil de las elites criollas, que afectó a grandes sectores de la sociedad, era aún una realidad cruenta para Nicaragua. Los distintos gobiernos locales surgidos de la catástrofe de la república centroamericana se encontraban igualmente enfrentados, con alianzas naturales entre conservadores-eclesiásticos en un lado y liberales por el otro, en todo el istmo.
Gran Bretaña es para 1850 el imperio global triunfante que domina entre otros aspectos el comercio marítimo. Estados Unidos es una potencia regional con un empuje tal que los lleva a ondear la bandera de la Doctrina Monroe con su “América para los americanos” y el Destino Manifiesto, fortalecidos con el despojo a México. Los recelos entre estas dos potencias no son pocos. La confrontación casi global (España, Francia y Holanda también jugaron un papel) que ocasionó la independencia de las entonces colonias inglesas que fundaron Estados Unidos no tenía más de 70 años de sucedido. Lo es así mismo la recurrente confrontación inglesa-estadounidense por los límites geográficos de la frontera canadiense, también colonia inglesa, y la ya presente competencia comercial marítima.
En los años 50 del siglo XIX, Gran Bretaña controlaba Belice, las Islas de la Bahía, la Mosquitia, que abarcaba toda la costa del atlántico nicaragüense y aún parte del hondureño (más o menos un tercio del territorio centroamericano), y como aliado (casi protectorado) a la república de Costa Rica. Su influencia, como se ve, era inmensa. Durante esa década se da el arribo de William Walker, quien es invitado, después de su fracaso al tratar de fundar la República de Sonora en 1854 en una invasión a los territorios mexicanos de Baja California y Sonora, a participar en la guerra librada en Nicaragua en el bando de los liberales. Un año después tendría el control casi completo y se haría elegir presidente de esa república en 1856. El gobierno de Estados Unidos indirectamente alentó sus actividades filibusteras (recolección de fondos y combatientes disfrazados de colonos) públicamente realizadas y simuló no darse cuenta de la popularidad creciente de William Walker en los estados esclavistas del sur y aún en los del norte.
Walker se rindió ante Charles H. Davis, comandante de la corbeta de guerra St. Mary el 1 de mayo de 1857, como resultado principalmente de un esfuerzo militar conjunto de todas las repúblicas centroamericanas, con un destacado papel de Costa Rica. Serían cuatro sus tentativas de apropiarse de Nicaragua, convirtiéndose en una verdadera amenaza para los débiles repúblicas sólo en su primer intento. Fue fusilado en septiembre de 1860, en Trujillo, Honduras.
Las entonces nacientes repúblicas quedarían varadas alternativamente entre los amagos de una potencia y la ayuda de la otra. A distancia pareciera que las potencias se estorbaron en sus intentos de colonización directa y las oligarquías centroamericanas surgidas de los restos del Imperio Hispánico continuaron a la cabeza de esas repúblicas.
Gran Bretaña tendría injerencia en la Mosquitia hasta 1894, año en que ese territorio quedaría en definitivo control nicaragüense. Sólo Belice continuaría como colonia inglesa en Centro América. Sus límites geográficos en 1894 son ya mucho mayores a los reconocidos por el tratado de 1859 firmado con Guatemala.
En este contexto, el interés estratégico geopolítico y económico que tendría Centro América para cada una de estas potencias y del cual no podría sustraerse, marcó el devenir de sus naciones. Pero lo marcó precisamente por la extrema debilidad y la inestabilidad política de las repúblicas que surgieron. Las Provincias Unidas de Centro América tenían pequeñas posibilidades de entrar de pie al Siglo XX. Sin embargo, a partir de la balcanización geográfica surgida de la guerra civil, el único porvenir posible fue la debilidad y el sometimiento a la voluntad de terceros.
En esta segunda década del siglo XXI, parece que llega finalmente la hora de construir el Canal de Nicaragua sobre sueños y proyectos fallidos de casi 200 años. No es fortuito que sea una empresa de Hong Kong la que empuja el proyecto. Tampoco lo es que sea la mayor potencia del siglo XXI la que se haga allí presente.
BIBLIOGRAFÍA
1. TRAVIS, Ira Dudley Travis. The History of the Clayton-Bulwer Treaty. Publications of the Michigan Political Science Association,1899.
2. SCROGGS, William Oscar. William Walker and the Steamship Corporation in Nicaragua. The American Historical Review, Vol. 10, No. 4, July 1905.
3. GÁMEZ, José Dolores. La Guerra Nacional. Aldilia Editor, 2006
4. VEJO, Tomás Pérez. Elegía Criolla. Una reinterpretación de las guerras de independencia. Tusquets editores, 2010.
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