La decisión de los Estados Unidos y de Israel de desarrollar y luego implementar al gusano de computación Stuxnet en contra de las instalaciones nucleares de Irán en la última etapa de George Bush marcó un punto de quiebre importante y peligroso en la gradual militarización de la internet, indicó Misha Glenny, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos Internacionales de la Universidad de Columbia, y autor de DarkMarket: Cyberthieves, Cybercops and You.
Washington ha empezado a cruzar el Rubicón. Si sigue así, la guerra moderna cambiará de manera fundamental ya que nos movemos en territorio desconocido y peligroso.
Stuxnet efectivamente inició una nueva carrera armamentista que, posiblemente, conducirá a la propagación de ofensivas similares y más poderosas en la internet. Al contrario de cualquier arma nuclear o química, las ciberarmas se desarrollan sin ningún tipo de regulación.
Este es uno de los puntos de mayor preocupación en la carrera armamentista sin control del ciberespacio. Una vez iniciada, los desarrolladores de virus, por lo general, pierden el control de sus invenciones, que buscarán inevitablemente atacar redes completamente ajenas al conflicto. Lo que es más, todos los países que tengan alguna capacidad ciberofensiva se verán tentados a usarla ahora que el primer disparo ha sido efectuado.
El virus Flame circuló en la internet por cerca de cuatro años y evadió la detección de antivirus potentes, tales como McAfee, Symantec, Kaspersky Labs y F-Secure -empresas que son vitales para asegurar que consumidores de todo tipo pueden navegar la internet sin ser afectados o amenazados por todo un ejército de desarrolladores de malware, quienes liberan código de computación en la web para el robo de dinero, información, propiedad intelectual, así como identidades. Sin embargo, figuras prominentes de la industria han expresado su profunda preocupación sobre la liberación del más potente malware nunca visto y además patrocinado por el estado.
Los Estados Unidos deben considerar ahora la discusión con los mayores poderes del mundo sobre las reglas que gobiernan la internet visto como un terreno militar.
Cualquier acuerdo debe regular solamente los usos militares de la internet y debe específicamente evitar cualquier regulación que afecte el uso privado o comercial. Nadie puede detener la creación de ciberarmas, pero un tratado podría prevenir su ejecución en tiempos de paz y permitir una respuesta colectiva hacia los países y organizaciones que lo violen.
La superioridad militar no es algo escrito en piedra, y los Estados Unidos son sin duda el país del mundo más dependiente de las redes de computación. Washington debe detener esta espiral de ciberarmamento, el cual, a largo plazo, nadie garantiza que ganará.
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