Leonard Susskind: mi amigo, Richard Feynman.
¿Cómo es ser compañero de un genio? El físico Leonard Susskind cuenta en unos pocos relatos en TEDxCaltech cómo era su amistad con el legendario Richard Feynman. Así ilustra su manera poco convencional de afrontar los problemas serios… y otros que no lo son tanto.
Leonard Susskind trabaja en teoría de cuerdas, teoría de campo cuántico, mecánica cuántica estadística y cosmología cuántica en la Universidad de Stanford.
Cuando me pidieron que hiciera esto, decidí que quería hablar sobre Richard Feynman, mi amigo. Fui uno de los pocos afortunados que realmente logró conocerlo y disfrutar de su compañía. Voy a contarles sobre el Richard Feynman que conocí. Estoy seguro de que aquí hay otras personas que podrían hablar sobre él, de cómo lo conocieron y probablemente resultaría otra persona distinta.
Richard Feynman era una persona bien compleja. Era un hombre de muchísimas facetas. Por encima de todo era, desde luego, un gran, gran, gran científico. Era actor. Ustedes lo vieron actuar. También tuve la fortuna de estar en esas charlas, allá arriba en el palco. Eran fantásticas. Era un filósofo, tocaba los bongos, era un maestro por excelencia. Richard Feynman también era un comediante, todo un espectáculo. Era irreverente, todo un macho; un macho superlativo. Amaba las batallas intelectuales. Tenía un ego descomunal. Pero tenía, de alguna manera, mucho espacio en el fondo. Lo que quiero decir es que tenía un gran espacio, en mi caso, no puedo hablar por nadie más, pero en mi caso, un gran espacio para otro gran ego. Bueno, no tan grande como el suyo, pero bastante grande. Siempre me sentí a gusto con Dick Feynman.
Siempre era divertido estar con él. Me hacía sentir muy listo. ¿Cómo puede alguien así hacerte sentir listo? De alguna manera, él lo lograba. Me hacía sentir inteligente y pensar que él era inteligente. Me hacía pensar que los dos eramos listos y que juntos podíamos resolver cualquier problema. Y en realidad algunas veces trabajamos juntos en física. Aunque nunca hicimos ninguna publicación juntos, sí que nos divertimos mucho. Le encantaba ganar. En sus esporádicos pequeños juegos de machista, que no solo jugaba conmigo, sino que lo hacía con toda clase de gente; casi siempre ganaba. Y cuando no ganaba, cuando perdía, se reía y parecía gozar igual que si hubiera ganado.
Recuerdo que alguna vez me contó una historia sobre una broma que le hicieron sus estudiantes. Lo llevaron, creo que era para su cumpleaños, lo invitaron a almorzar. Lo invitaron a almorzar a un local de emparedados en Pasadena. Quizás existe todavía; no lo sé. La cosa era con emparedados de famosos. Podía uno comprar un emparedado Marilyn Monroe. O uno Humphrey Bogart. Los estudiantes se adelantaron y acordaron que todos pedirían emparedados Feynman. Uno tras otro, llegaron y ordenaron emparedados Feynman. A él le encantaba esta anécdota. Me la contó riéndose muy feliz.. Cuando terminó, le dije: “Dick, me pregunto cuál sería la diferencia entre un emparedado Feynman y uno Susskind”. Y sin titubear en absoluto, dijo: “Bueno, tal vez son la misma cosa. La única diferencia es que el emparedado Susskind debe tener mucho más jamón”. Aunque un jamón es un mal actor. (Risas) Bueno, pues yo estaba ese día muy rápido. y le dije: “Sí, pero mucho menos mortadela payasa”.
(Risas)
La verdad es que el emparedado Feynman tenía mucho jamón y nada de mortadela, en absoluto. Lo que Feynman odiaba más que nada era la presunción intelectual, la falsedad, la falsa sofisticación, la jerga. Recuerdo que en los 80, a mediados de década, Dick, Sidney Coleman y yo nos reunimos algunas veces en San Francisco en casa de un tipo muy rico para cenar. La última vez que nos invitó también había invitado a dos filósofos. Eran filósofos de la mente. Su especialidad era la filosofía de la conciencia. Estaban llenos de toda clase de jergas. Trato de recordar sus palabras; “monismo”, “dualismo”, toda clase de categorías. Yo no sabía lo que significaban esas cosas, lo mismo que Dick ni tampoco Sydney.
¿Y de qué hablamos? Bueno, ¿de qué habla uno cuando se trata de la mente? Es obvio de lo que había que hablar: ¿podrá una máquina convertirse en una mente? ¿Podrá construirse una máquina que piense como un ser humano?, ¿que tenga conciencia? En la mesa hablamos de esto. Y claro, nunca lo resolvimos. Pero el problema con los filósofos era que estaban filosofando cuando deberían haber estado “cienciando”. Al fin y al cabo, era un tema científico. Algo muy, muy peligroso frente a Dick Feynman. Él dejó que recibieran todo el golpe, justo en medio de los dos ojos. Fue bestial. Fue muy cómico. Sí, muy chistoso. Pero verdaderamente brutal. Les reventó sus globos.
Pero lo maravilloso fue que Feynman tuvo que salir temprano. No se sentía muy bien, así que se retiró temprano. Y Sydney y yo nos quedamos con los dos filósofos. Lo extraordinario es que los dos estaban en las nubes. Estaban muy felices. Habían conocido a ese gran hombre; él les había enseñado algo; habían tenido una gran alegría siendo su objeto de burla. Fue algo bien especial. Me di cuenta de que había algo de extraordinario en Feynman, hiciera lo que hiciera.
Dick (yo lo llamaba así) era mi amigo. Él y yo teníamos una buena relación. Pienso que era un entendimiento muy especial el que teníamos. Nos entendíamos muy bien y nos gustaban las mismas cosas. A mi también me gustaban las disputas en broma. Ocasionalmente yo ganaba, pero la mayoría de las veces él era el ganador, pero a ambos nos divertían. Y Dick en cierto momento se convenció de que teníamos personalidades similares. No creo que tuviera razón. Creo que en lo único que nos parecíamos era en que a ambos nos gustaba hablar de nosotros mismos. Pero él estaba convencido, y era bien curioso. Era increíblemente curioso. Y quería entender cómo y por qué existía esta extraña conexión.
Un día en Francia íbamos caminando, estábamos en La Souche, en las montañas, en 1976. Allá en las montañas me dijo: “Leonardo”. La razón por la que me llamaba Leonardo era por estar en Europa y porque estaba practicando su francés. Me dijo: “Leonardo, ¿estabas más cerca de tu madre o de tu padre cuando eras niño?”. Le constesté: “Pues mi verdadero héroe era mi padre. Era un hombre trabajador que había ido a la escuela hasta quinto grado. Era un buen mecánico y me enseñó a usar las herramientas. Me enseñó toda clase de cosas relacionadas con objetos mecánicos. Hasta me enseñó el teorema de Pitágoras. Pero no hablaba de la hipotenusa, le decía ‘el camino corto’ “. Los ojos de Feynman se abrieron. Se prendió como un foco de luz y me dijo que él había tenido exactamente la misma experiencia con su padre. Por eso estaba convencido de que para ser un buen físico era muy importante haber tenido ese tipo de relación con su padre. Me disculpo aquí por el tono machista de esta conversación, pero fue así como sucedió en realidad.
Me dijo que estaba absolutamente seguro de que esto era necesario; que esto era indispensable para crecer como un joven físico. Siendo Dick como era, naturalmente quería verificarlo. Quería salir y hacer un experimento. Así que lo hizo. Se fue a hacer su experimento. Le preguntó a todos los amigos que consideraba buenos físicos: “¿fue tu madre o tu padre quien influyó más en ti?”. Y estos señores, todos hombres, ellos, todos ellos dijeron: “Mi madre”. (Risas) Ahí se fue su teoría, al bote de basura de la historia. Pero él estaba fascinado con haber encontrado finalmente a alguien que hubiera tenido la misma experiencia con su padre como la que él había tenido. Y por un tiempo estuvo convencido de que esta era la razón por la que nos entendíamos tan bien. No sé, quizás. ¿Quién sabe?
Ahora permítanme que les cuente algo sobre Feynman como físico. Su estilo; no, estilo no es la palabra correcta. Estilo hace pensar en la corbata de lazo que llevaba o en el traje que usaba. Hay algo más profundo que eso, pero no puedo pensar en otra palabra. El estilo científico de Feynman consistía en buscar lo más sencillo, la solución más elemental posible para cada problema. Y si no era posible, había que ensayar algo más elegante. Pero sin duda, una buena parte estaba en su gusto y su placer por demostrarle a la gente que él podía pensar con más sencillez que los demás. Pero también creía profunda y verdaderamente que si uno no puede explicar algo sencillamente es porque no lo entiende. En los 50, la gente estaba tratando de entender cómo funcionaba el helio superfluido.
Había una teoría debida a un físico y matemático ruso, una teoría bien complicada. Les diré cuál era esa teoría en un momento. Era tremendamente compleja, llena de integrales y fórmulas difíciles y matemáticas y todo eso. Y en parte funcionaba, pero no muy bien. Solamente funcionaba cuando los átomos de helio estaban muy, muy apartados. Los átomos tenían que estar bien alejados. Pero desafortunadamente los átomos en el helio líquido están unos encima de otros.
Feynman decidió, como físico de helio aficionado, tratar de entenderlo. Tenía una idea; una idea bien clara. Trataría de resolver cómo era la función de onda cuántica de esa enorme cantidad de átomos. Tenía que tratar de visualizarla guiado por un pequeño número de principios sencillos. Eran unos principios verdaderamente sencillos. El primero era que cuando los átomos de helio se tocan, se repelen. La consecuencia de esto es que la función de onda se hace cero, tiene que anularse cuando los átomos entran en contacto. El otro punto era que en el estado fundamental, el de menor energía de un sistema cuántico, la función de onda es siempre muy suave, con el mínimo número de curvas.
Entonces se puso, supongo que no tenía nada más que una hoja de papel y un lápiz, y trató de escribir, y de hecho escribió, la función más sencilla que pudo imaginar que cumpliera con las condiciones de frontera, que se anulara cuando las cosas se tocaran y que fuera suave en el interior. Escribió algo bien simple. Tan sencillo que pienso que un estudiante de secundaria bien listo, aunque no hubiera visto cálculo, podría entender lo que él escribió. El resultado fue que eso tan sencillo que escribió explicaba todo lo que había que saber en la época, sobre el helio líquido y algo más.
Siempre he pensado cómo los profesionales, los verdaderos físicos profesionales del helio, debieron haberse apenado por esto. Tenían un método superpoderoso y no lo lograron. A propósito, les diré cuál era ese método superpoderoso: era el método de los diagramas de Feynman.
(Risas)
En 1968 lo volvió a hacer. En 1968 en mi propia universidad (yo no estaba ahí en esa época), pero en 1968 estaban explorando la estructura del protón. El protón está obviamente compuesto de unas cuantas partículas pequeñitas. Esto ya se sabía, más o menos. Y la manera de analizarlo era con diagramas de Feynman. Es para eso que se inventaron, para entender las partículas. Se hicieron algunos experimentos bien sencillos. Simplemente se toma un protón y se golpea fuertemente con un electrón. Para eso son los diagramas de Feynman. El único problema es que son complicados. Integrales bien difíciles. Si logras resolverlos, tienes una teoría muy precisa. Pero no era posible; eran muy complicados. Muchos trataban de resolverlos. Se puede hacer un diagrama de un bucle. No hay problema con un bucle. Un bucle, dos bucles; quizás puedes resolver uno de tres bucles, pero más allá no se puede hacer nada.
Feynman dijo: “Olvídense de todo eso. Sólo piensen en el protón, en un ensamble de pequeñas partículas; una cantidad de partículas”. Las llamaba partones, así las llamaba. Dijo: “Piensen simplemente en un enjambre de partones que se mueven bien rápido”. Como van tan veloces, la relatividad dice que sus movimientos internos son muy lentos. Un electrón lo golpea súbitamente. Es como tomar una instantánea del protón. ¿Qué se ve? Se verán unos cuantos partones que no se mueven; y como están inmóviles durante el experimento, no hay que preocuparse por la forma en que se mueven. No hay que pensar en las fuerzas entre ellos. Solo hay que imaginarlos como una agrupación de partones congelados. Esta resultó ser la clave para analizar esos experimentos. Efectiva en extremo, verdaderamente. Alguien dijo que revolución es una mala palabra. (Supongo que lo es, por eso no la voy a decir). Pero sí produjo una evolución muy, muy profunda en lo que entendíamos del protón y de las demás partículas.
Bueno, tenía más que decirles sobre mi relación con Feynman; sobre cómo era él en realidad, pero veo que solo me queda un minuto. Así que voy a terminar diciendo que realmente pienso que a él no le habría gustado este evento. Me imagino que habría dicho: “No lo necesito”. Pero ¿cómo vamos a honrar su memoria? ¿Cómo vamos a honrarlo, en realidad? Pienso que debemos rendirle homenaje poniendo tanta mortadela como sea posible en nuestros emparedados.
Gracias.
(Aplausos)
“Richard Feynman de verdad creía que sí no podías explicar algo, realmente no lo entendías.”
Tomado íntegro de Ted Ideas que vale la pena difundir.
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